Cuando estaba en reposo por un embarazo de alto riesgo, la meta era llegar a un término viable para que Mila pudiera nacer. Lo ideal era llegar a las 28-30 semanas. Sabíamos que más de eso iba a ser complicado, pero teníamos mucha fe que se iba a lograr. No me pasaba por la cabeza que algo fuera a salir mal. Probablemente si lo pensé pero lo veía muy lejano a mí.
Me acuerdo que estando en el hospital hablé con varias mamás que vivieron un embarazo similar y me gustaba escucharlas por que me daban muchos ánimos para sobrellevar la incertidumbre de no saber qué iba a pasar, dolores y sangrados y me decían que cuando tuviera en mis brazos a mi bebé, todo lo iba a olvidar. Me imaginaba la escena en mi cabeza, hasta ya empezaba a saborear lo que seguramente iba a sentir. Juntaba fotos y videos para hacerle un video a Mila de todo el embarazo para que pudiera ver después la ilusión que teníamos de recibirla en nuestra familia y lo invencible que fue. Me acuerdo que hablamos del tema de la matriz, por que a algunas de ellas se las tuvieron que quitar debido a la complejidad de la cesárea, pero las veía tan felices con el resultado que sabía que yo iba a estar igual, hasta me decían que no la iba a extrañar. Me acuerdo que en una ocasión el doctor con una cara muy seria me dijo que muy probablemente me la iban a quitar y al principio me asusté pero le contesté entre broma, "Con que tenga a Mila en mis brazos, no me importa mi matriz, la regalo."
El problema fue que la placenta se convirtió en una especie de enredadera que fue invadiendo mis órganos (esta condición se llama Acretismo) en mi caso fue más que eso, Placenta Percretta hasta llegar a la vejiga y se dieron cuenta a la hora de la operación que era imposible desprenderla; la placenta creció como un cancer cuyas raíces crecieron tanto que mi vida ya estaba en peligro. En cualquier momento podía tener una hemorragia interna y aunque estuviera en el hospital, no iban a poder parar el sangrado y no sobreviviríamos ni Mila ni yo. No nos aconsejaban esperar más.
Durante el embarazo cambiamos varias veces de doctor y me acuerdo que el último me dijo "Ya estás aquí, tranquila, vamos hacer todo lo posible." Cuando escuché eso, estaba sentada en la camilla, me dejé caer y se me vino un suspiro de tranquilidad, pero el doctor me dijo "Pero aquí te vamos a salvar a tí, si podemos salvar a tu bebé, es un plus, pero principalmente eres tú, tu familia te necesita". Y rápidamente me empecé a asustar y le dije "No, por favor no me digas eso; a las dos."
Creo que hablar de la pérdida de Mila es algo que he podido hacer con más facilidad, soy muy abierta con el tema, pero hablar de haber perdido mi matriz me ha costado demasiado. Me acuerdo haber despertado en cuidados intensivos después de la operación y los dolores eran horribles; aparte de ser cesárea, tuve una reconstrucción de vejiga, me quitaron la matriz en donde tuve una transfusión de 4 unidades de sangre, y todo eso sumaba a que no aguantara el dolor, aparte que soy muy sensible. Me dijeron los doctores que la matriz estaba apunto de reventarse y lo mejor fue no habernos esperado más. No podía ver mi panza por que estaba toda conectada, pero como mi cuerpo ya estaba despertando de la anestesia, empezaba a sentir movimientos en mi panza y no quería preguntar, pero yo sentía que Mila seguía dentro de mí. Sabía que no era posible, pero por alguna razón yo estaba segura que seguía ahí por que sentía lo mismo como cuando ella se movía; claramente estaba en negación y sentía que no había pasado nada.
Cuando me pasaron a cuarto normal, las enfermeras festejaron mucho, quería decir que ya podía dar algunos pasos, y ya había podido pasar gas (sí, era un festejo que me haya echado un pun o eruptado jaja). Pero ahí en ese cuarto, derrepente mientras escuchaba a nuestros familiares que trataban de alegrar y cambiar el ambiente del cuarto, me di cuenta que ya no iba a poder tener más hijos. Era tanto mi dolor físico que me dolía en el alma llorar. Cuando salí del hospital, nos quedamos un mes ahí en Houston hasta que me pudieran quitar la sonda y sanara la vejiga. Cuando platicaba con mi mama, me decía "Trata de sacar el sentimiento". Pero no podía, solo sentía las lagrimas deslizarse en mis cachetes. Había días que cuando me iba a bañar me encerraba en el baño, me veía en el espejo y hacía cara como si fuera a llorar, y no me salía nada. Fue hasta que pasó el mes y me quitaron la sonda, y pude regresar a Monterrey, que fue como si mi cuerpo estaba usando solamente la energía que tenía en sanarse que no me dejaba llorar; y derrepente me encontraba en todas partes llorando como bebé, como niña sin poder parar. No sabía qué estaba pasando, no lo podía parar. Claro que a Alex le dolía verme así; podía llorar una hora seguida como niña sin poder controlar o callarlo. Me acuerdo estar en posición fetal en la cama y Alex abrazándome sin decir nada; solo acompañandome a que sacara todo. Mi cuerpo había sanado, pero mi corazón no.
Haber perdido a Mila y mi matriz, me ha traído un abanico grande de sentimientos. ¿Por qué perder tanto, por qué las dos? Hoy, después de más de dos años, todo ya calmó; ya pasó, ya lo hemos aceptado y ahora entiendo que mi maternidad no terminó el día en que mi quitaron la matriz ni soy menos mujer ni mamá. Aunque ya no pueda concebir físicamente, decido llevar mi maternidad más lejos; puedo concebir amor, paz, bienestar, y confianza en mí y en los que me rodean. Claro que hay días difíciles, pero he decidido que mi matriz se ha transformado en la capacidad de poder amar, fluir y perdonar y eso me ha dado mucha tranquilidad.
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